14/10/14

Coleccionistas de museos


COLECCIONISTAS DE MUSEOS
Y digo yo ¿merece la pena recorrer miles de kilómetros, continentes en según que caso, empeñar hasta los dientes en la aventura y aguantar interminables colas para colocarse delante del objetivo y poder atisbarlo a 7 m. de distancia, esquivando cabezas y eludiendo los empujones del que viene detrás y reclama su instante de avistamiento? ¿Es una genial idea sacar foto a todo lo que se menea, y a lo que no, contando con la obligatoriedad de tener en nuestra colección de fotos una mala instantánea del objeto deseado? Estoy absolutamente convencida de que hemos perdido el norte. ¿De verdad que todo turista que recala en Paris está absolutamente rendido a la magia de la Gioconda de Da Vinci, por poner un ejemplo, y por ello, dispuesto a iniciar una batalla para llegar a primera línea y captar un fugaz instante de la obra codiciada? No me lo puedo creer.

La dirección de los grandes museos se devana los sesos para solucionar el problema que supone la masificación (Museo del Louvre con 9,3 millones de visitas; Museo Británico con 6,7 millones; Museos Vaticanos con 5,4 millones). ¿Qué podemos hacer si medio mundo está interesado en culturizarse a marchas forzadas? En algo habrá que pensar. Cuotas restringidas, venta de entradas por hora, horas sin fotos o selfies… El aforo de los grandes museos no ha aumentado en relación al interés del personal. Es necesario  hacer algo. Es contraproducente que nada más traspasar las puertas de uno de estos santuarios del arte te entren ganas de llorar al no ver mas que riadas humanas que se encaminan diligentemente hacia las “obras claves”, arrasando con todo a su paso o a un buen número de individualidades, que como pollos sin cabeza, deambulan por las salas, (les han asegurado que esa visita era ineludible) Pero claro, habrá que cuadrar el círculo, puesto que los museos siguen teniendo que pensar en las finanzas  y, en muchos casos, el miedo es grande a que medidas correctoras para salvar al museo de no morir de éxito, acaben con la gallina de los huevos de oro. ¡Difícil cuestión¡

Lo que de por sí es una buena noticia, la afluencia del personal a determinados museos, me deja un poco perpleja cuando se trata de observar la afluencia  de otros museos de menor rango a los que no va ni el gato. Es cierto que hay ejemplos de obras artísticas que ponen a prueba nuestros conocimientos, facultades, sensibilidades y paciencias sin llegar a conclusiones satisfactorias. Otros, en cambio, son de consenso, ¡maravillosos, fabulosos, imprescindibles¡ Bien, de acuerdo. No obstante, de lo que si estoy convencida es de que estamos absolutamente idiotizados por el adquirir, por encima del degustar. Poco importa si una obra nos sorprende, nos arrebata, conmueve o defrauda. Lo que si es fundamental es estar allí y  llevar a casa una foto hecha in situ, en la que además, si sale parte de nuestra cabeza, el brazo del acompañante, o el codo del vecino,  mejor que mejor, el objetivo está cumplido. Estamos nosotros y al fondo se ve la pintura desenfocada o la escultura mutilada por el encuadre.  ¡Perfecto¡ Hemos dado una vuelta de tuerca con los dichosos selfies. Es fabuloso.  De esta forma atestiguamos nuestro paso por la pinacoteca de moda ¡yo estuve allí¡ y nos llevamos un recuerdo que enseñar, una muesca más en la culata. Somos coleccionistas de recuerdos artísticos que no nos dicen nada más que el hecho de haberlos visto. ¿Dónde queda el tiempo, algo más de 20 segundos que es lo que tarda el de atrás en dar un leve empujoncito reclamando su turno, y el espacio, sin apretones y con acceso fácil  al codiciado cuadro, para verlo de cerca y de lejos? Sin tiempo y espacio, y sin  calma auditiva, tampoco como si de un santuario se tratara, cómo vamos a hacer la digestión cultural pertinente. Salimos como entramos. No, peor, más cansados y enfadados. Todos no, los caza tesoros salen ufanos, con el móvil repleto de fotos que nunca verán la luz, pero eso sí, están.  Bueno, ya volveré dentro de dos años, o tres, o cuatro… pensamos resignados algunos sin haber podido saborear ni tan siquiera los entrantes.




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