30/3/15

Historia 28. Como la sombra que se va, ANTONIO MUÑOZ MOLINA

Libro
HUIDAS, IMPOSTURAS Y  GEOGRAFÍAS LITERARIAS
No hay manera de cambiar realidades incontestables, y una de ellas es que sólo se vive una vez. En lo que si tenemos cierto margen de maniobra es en cómo degustamos, gastamos o malgastamos, según el caso, los días que tenemos a nuestra disposición. Algunos los emplean a tope, les cunde como si de varias vidas se tratara. En cambio, otras personas pasan de puntillas pensando que hay un plus de horas y días más tarde posponiendo el vivir. En realidad, hay que darse prisa por vivir porque de otra manera, la vida te pasa por encima si haber participado en ella. Por tanto, si se hace necesario un cambio vital, un giro brusco, un punto y aparte, y se puede poner en práctica, adelante. Si no, siempre quedan las huídas mentales, los paréntesis de la cotidianidad en los que vivir por un rato vidas prestadas como el cine y la literatura, por ejemplo. Y en esta dirección, extraigo la primera idea que me gusta del libro de Muñoz Molina: “ Es ese lector o ese aficionado al cine que se borra a sí mismo en el ensimismamiento de las páginas escritas o en penumbra de una sala. Vas al cine a dejar de existir…. Me sumergía en ellos como un buzo en esas profundidades que están a unos metros de la orilla y ya son otro mundo más raro que la superficie de la Luna. Así he querido sumergirme siempre en las cosas y en los lugares que me gustan, en las ciudades a las que llego y en los idiomas que quiero aprender olvidándome sin esfuerzo de mis conexiones familiares, de mi vida y mi ciudad y mi país y mi nombre.
Quizás se trata de la misma capacidad para la evasión que hay en los juegos y en las simulaciones infantiles, un ausentarse de lo inmediato que sin embargo no enturbia la percepción de la realidad, sólo la deja en suspenso mientras la inteligencia explora imaginativamente otras posibilidades, tantea identidades ajenas, se deja llevar hacia mundos prometedores o amenazantes que no existen o que son inaccesibles”.

Pero hay más, mucho más. La novela nos habla de las andanzas de dos protas., James Earl Ray (asesino de Martin Luther King) y del propio Muñoz Molina. Son dos grandes escapistas, dos personas que por motivos bien diferentes están en procesos de huída y, aunque separados en el tiempo, encuentran en la ciudad de Lisboa un punto coincidente. Earl Ray pasó en 1968 unos días en Lisboa, después de matar a King, intentado obtener un visado para Angola. Muñoz Molina, años después, también pasó una breve estancia en la capital portuguesa en un intento de documentarse, inspirarse o recrearse para construir su novela El invierno en Lisboa, la novela que cambió su vida.
 La ciudad como una esperanza que adquiere corporeidad física, a la cual se dirige en su huída el asesino como paso previo hacia la libertad, y también, un punto geográfico evocador con tal magnetismo literario para el escritor en ciernes que su visita se hace urgente e ineludible.
La huída, real, física, incontestable, del magnicida que se ve obligado a ella sin otro horizonte, sin poder parar. Para el escritor la huida se expresa a través de la absoluta certeza de estar dando un giro a una vida en la que reconoce cierta impostura.  Vidas en suspenso que tienen en Lisboa un escenario geográfico común.
Casi no había contacto entre mis mundos segregados. Los habitantes de cada uno no se mezclaban con los de los otros, y en muchos caso hasta desconocían mutuamente su existencia. Yo mismo me podía instalar tan completamente en cualquiera de mis vidas que las otras se me desdibujaban sin dificultad, o se quedaban en suspenso, me parecía a mí, en espera de que yo regresara a ellas, como una casa que se mantiene intacta durante la ausencia del dueño


A Muñoz Molina le ha salido una novela en la que ficciona la realidad de manera más que evidente.  Pero ¿no ha sido siempre así? El grado de realidad de una ficción literaria puede cambiarlo todo pero se crea y recrea desde la experiencia real ¿o no? Desde allí se crean mundos, personajes y situaciones nuevas cuando el autor se despega, retuerce y transforma experiencias propias o ajenas. Bien es cierto que aquí tanto los personajes como los hechos son reales y el relato podía haber acabado en crónica o ensayo. Pero el buen hacer de Muñoz Molina lo convierte en literatura. Un juego mágico de palabras e ideas. Una demostración de cómo la realidad puede convertirse en literatura en las manos adecuadas.

Denominación de origen Muñoz Molina. He estado recogiendo miguitas literarias que marcan el camino del escritor, pasitos que te llevan a conocerle.

Para empezar ¡qué facilidad tiene este hombre para pasar del relato a la reflexión¡ Es como si la sucesión lógica de la narración llevara de forma natural  a lo que hay más allá de los hechos narrados. Espirales reflexivas que lejos de interpretar el relato son como la sal y pimienta de un buen guiso, dotan a los sucesos con que se adornan de otra dimensión.

Luego le siguen las comparaciones sabrosas, unos como… realizando equivalencias tan personales que en ellos cabe todo un universo.

Continúa con un puro discurrir narrativo, los protagonistas hablan sin diálogos incrementándose el nivel de detalle con el que el autor quiera presentarnos a sus personajes.

Para acabar con la construcción de ambientes con las descripciones de los detalles “Qué raro era estar viéndolo por primera vez de verdad, con tanto detalle. Detrás de él la corriente aire removía la cortina de la habitación del motel, la hinchaba como una vela de barco. En la distancia los labios se movían en silencio. Tenía un cigarrillo sin encender. En la mano negra resaltaba más el oro del anillo y el del reloj de pulsera, el blanco impoluto de los puños de la camisa, unos puños de verdad distinguidos que no se gastarían nunca, cuidados en las lavanderías de los mejores hoteles.

En relación con el asesino, Muño Molina rescata los últimos días de Martin Luther King. Estas últimas páginas mantienen un juego de paralelismos  entre frases recogidas de pasajes bíblicos y los pensamientos de King que se convierten en un juego literarito muy bonito. “Levántate y toma tu lecho y anda. Los negros se habían levantad en Montgomeery tan milagrosamente como el tullido del Evangelio, después de más de tres siglos de inmovilidad y sometimiento, y se habían puesto a caminar con esa energía a la vez liviana y solemne con que caminan los hombres y mujeres por las carreteras de África, ellas gráciles como estaturas con sus tocados de colores y su cargas en equilibrio sobre la cabeza.”


Después de leer el libro me enredé en el Lisboa de Muñoz Molina y caí en la tentación del El invierno en Lisboa, su segunda novela, escrita en el año 1987, aquella que le obligó a ir a Lisboa, la misma que permitió, en gran medida, acabar con esa huida vital que el escritor mantenía y relata en su última novela.
Pedí prestado El invierno en Lisboa a una buena amiga de apetitos literarios selectos   y ha sido una gran sorpresa. Como si se tratara de una fórmula química en la que se mezcla armoniosamente, en variables cantidades, ficción y realidad, hasta confundirse para finalmente diluirse. Una vez terminada la lectura de la última me voy a la segunda y empiezo a conocer al autor y al personaje, tengo un montón de claves para ello. En las peripecias de Biralbo, prota de El invierno en Lisboa, se adivina la experiencia de Muñoz Molina. Y en los afanes y anhelos del personaje se entrevé al autor que vive a través de sus personajes. Y qué decir de Lisboa, esa ciudad que es recorrida por el asesino de King, por el Muñoz Molina autor y por el personaje de Biralbo. Trío que recorre en la realidad y en la ficción una Lisboa absolutamente literaria.

                   

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