30/7/15

Historia 32. Hombres buenos, ARTURO PÉREZ REVERTE

Arte
AMBIENTACIONES
Adelaide Labille-Guiard
“Miren ustedes esas pirámides capilares enyesadas con pomada, tenacillas calientes y vanidad… ¡A quien se diga que en París un peluquero gana más que un artesano, y que alguno se jacta de conocer ciento cincuenta formas de torcer los rizos de una dama o un caballero…¡ ¿Y qué me dicen de la ropa? ¿De esas prendas con faldones judaicos, llamadas levitas, que se están poniendo de moda? ¿De esa manía de que todo, chalecos, casacas o calzones, lleve rayas, porque la cebra del gabinete real se ha vuelto inspiración de los sastres elegantes?....

El París de fines del siglo XVIII era una modernidad que hacía palidecer al resto de Europa. Sus ideas políticas estaban a la vanguardia y solo les faltaba ponerse en práctica, y eso iba a pasar rapidito; y el arte de la corte, ese rococó gracioso y asfixiante, daba sus últimos gritos antes de perecer junto con la sociedad que lo creó. Modernidad que llegó a poner de relieve a mujeres pintoras como la que Reverte, Adélaïde Labille-Guiard,  cita como asidua en los salones de la dama Dancenis. 

                   
                    

El otro ámbito artístico es la corte del rey español Carlos III, que dejó a Madrid muy requeteguapa, pues después de haber reinado en Nápoles y Sicilia de 1734 a 1759, cuando llegó a España en 1759 Madrid no le pareció capital digna del imperio que todavía era España. Debido seguramente al tiempo que el rey había pasado en Nápoles, se rodeó en España de artistas italianos como Tiépolo, Sabatini o Mengs. A ellos se añadieron otros ya españoles como Maella, Paret y el mismísimo Goya.
                                                           Tiépolo
                 
                    

          

          

                       

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