14/10/15

Enjuagues lingüísticos

Me debato entre la indignación y la diversión. Comencé, con el enfado cotidiano pero llevo camino de acabar sonriendo y, además, agradeciendo la creatividad de los profesionales de la política. Nos dan la posibilidad de elegir la emoción que nos apetezca, cabreo o risa. Si el día está gris oscuro, entonces la penúltima ocurrencia de nuestros dirigentes nos parecerá un insulto a nuestro intelecto, no somos catedráticos pero tampoco imbéciles. Pero si el día tiene el color verde esperanza, la sonrisa acudirá y acabaremos por agradecerles esa vena creativa que les adorna y que contribuye a enriquecer nuestro vocabulario.

Este  octubre el gobierno  aprobó una reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal  y  entre los temas de calado, supongo, también se aprobó el tema que me tiene en un sin vivir. De ahora en adelante, a todo aquel al que el juez eche el ojo como sospechoso de haber cometido alguna tropelía, le debemos calificar de investigado y no de imputado. Es decir, estaremos hablando de lo mismo que hasta ahora, pero de otra forma.

Tengo la impresión de que este cambio no ha sido motivado únicamente por un deseo de precisión lingüística sino de hacer más amigable a la palabra, más suave, más disculpable. Claro, en los últimos tiempos tanto prócer, padre de la patria, tanto honorable se ha ganado, por mérito propio,  el calificativo de imputado que estamos desbordados. Pero, ante la brusquedad del término, alguien ha debido pensar que si llamamos investigado, al antiguo imputado, haremos mejor la digestión.

Decididamente sonrío, y es que este camino ha sido tantas veces transitado que no queda otra que hacerlo. Algunos de estos enjuagues lingüísticos han sido deliciosos. Cuando se interviene en un guerra, al lugar donde los contendientes se juntan para matarse sin compasión ya no se le llama campo de batalla sino teatro de operaciones, y si se trata de matar a degüello, sin mirar cuánto ni a quién, se habla de daños colaterales. Precioso.

En cuanto una empresa está en la puñetera ruina y no tiene ni para pagar a sus trabajadores, nos dicen que atraviesa un periodo de falta de liquidez, y si estamos metidos en una crisis de la cual no se sabe cuando tocaremos suelo, nos hablan de desaceleración. Maravilloso.


Pero cuando nos quieren tomar el pelo hasta la raíz, sin disimulos ni vergüenzas, para hablar de una crisis sin paliativos,  nos dicen que atravesamos un período  de crecimiento negativo.  Estupendo. Éste es uno de mis preferidos ¿crecimiento negativo? Pero qué puñetas es eso. Me recuerda a otro atropello  lingüístico cometido por un compañero de clase de mis años de estudiante. Este ser creativo sin par, ante la más segura certeza de tener que demostrar que no tenía ni idea de lo que le estaban preguntando, enmascaró la contestación por ver si “colaba”. Puso la imaginación en marcha y ante un diagrama geográfico de unos estratos horizontales comentó que se observaba un buzamiento altamente nulo. El profesor no pudo por menos que, sin identificarlo, comentar la escapatoria creativa del alumno intentando no demostrar su absoluta ignorancia, vamos un engaño ingenioso. ¿No es precioso? Un puro delirio. Engañar con elegancia.


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