14/12/15

Física para soñadores


Parece que fue ayer. Casi. El 25 de noviembre se han cumplido los 100 años desde que Einstein exprimió un poco más sus meninges publicando la Teoría de la Relatividad General. Genuflexión. Pausa valorativa.

Todo intuitivo. Ningún conocimiento fiable. Esa es la historia de la relación que mantengo con la física. Pero esto se va a acabar. Este centenario marca un punto de inflexión en mi ignorancia científica. Me pongo manos a la obra para subsanar deficiencias.  Para ello, he empezado por el principio. Tiene que ser claro y sencillo, asequible.  Mi profe en la distancia es Steven Weinberg (físico teórico y Premio Nobel de Física) y su libro Explicar el mundo. El descubrimiento de la ciencia moderna. (muy pero que muy interesante, aunque a la parte de Notas Teóricas no he podido hincarle el diente, en fin)

A continuación, he pensado hacer honores al homenajeado.  He bajado el listón pensando asegurar el éxito y he elegido una colección rabiosamente divulgativa de la editorial Blume, bien: Einstein. Su vida, sus teorías y su influencia.  (Mi autoestima está en una situación difícil)

Voy paso a paso y ya van surgiendo certezas. En concentrada fascinación me encuentro. Existe todo un mundo invisible en el que se desarrolla una coreografía fija a un ritmo frenético, “la danza de la mota de polvo evolucionando por el aire”, algo así. Einstein formuló una ecuación matemática, la relación de Einstein, mediante la cual se puede medir la distancia que recorre una mota de polvo por el aire como resultado de las colisiones con los átomos de aire.  Primera perla: bailoteo invisible en el medio aéreo.

La seca realidad, en ocasiones, se muestra como el más imaginativo de los poetas.  A quién sino a ellos  se les ocurriría que un minuto, una hora, un año, no duraran lo que acostumbran.  Pues hete aquí que a los físicos con gran imaginación, también.  Incluso, algunas pobres criaturitas, que vivimos en aceleración constante, igualmente nos gusta pensar que el tiempo va a dar más de sí según nuestra conveniencia y el tamaño de la lista de cosas pendientes. Oigan que no. Error. Pues bien, llega Einstein y demustra que el tiempo es una dimensión relativa, aunque mientras no consigas moverte a la velocidad de la luz, el tiempo tiene el mismo ritmo de siempre y  que lo único que podemos sacar es un ataque cardíaco en toda regla. El día que consigamos esa velocidad, todo cambiará. Incluso la eterna juventud estará más cercana puesto que envejeceremos más despacio. Si uno se embarca en un viaje espacial viajando años a la velocidad próxima a la de la luz, al volver a la Tierra habrá envejecido menos que los que no pudieron irse de vacaciones. Segunda perla: el tiempo es relativo.

A modo de experimento y comprobación, que para algo estoy enredada con la ciencia, voy a hacer una pequeña prueba. Para ello me voy a servir de un plato hermoso que tengo y que utilizo para dar la vuelta a la tortilla de patatas.  Tendré que imprimirle una velocidad de giro que se aproxime a la de la luz (estoy pensad cómo) Mientras doy solución a esa pequeña eventualidad, contaré lo que sucederá. La circunferencia exterior al girar se  contraerá por la velocidad, pero el radio de ésta no variará. Curioso, eh? Esto que le va a suceder a mi plato tortillero, le llevó a Einstein en su Teoría General de la Relatividad a demostrar que masa y energía pueden deformar el espacio y el tiempo. Tercera perlita: el espacio se curva y deforma.

Minutos de duración variables; choques y colisiones descomunales entre partículas invisibles; espacio que se deforma según la marcha que tenga. Todo es de un poético y onírico que me deja confusamente encantada. Así, no es de extrañar que un buen día Einstein se descolgara con esta dulce piruleta “La imaginación es más importante que el conocimiento. El conocimiento es limitado” ¿Quién da más?


            

           

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