18/2/16

Comemos con la imaginación

Alimentarse es una necesidad además de un placer. No descubro ningún secreto ni soy nada original diciendo que la comida va más allá del propio mantenimiento del corpachón en el que vivimos. Y esto viene de largo.

El bueno de Homero situó a Ulises, en su deambular por el Mediterráneo de su regreso a Ítaca, en la isla de los lotófagos, los comedores de loto. El loto conseguía anular la memoria de su comedores provocando una amnesia permanente. No tengo muy claro si Homero le hizo pasar a Ulises por dicho trago como castigo o como oportunidad de llegar al paraíso terrenal. Un buen menú para la psiqué.

El antropólogo Levi-Strauss, allá por los años sesenta, elaboró una teoría cultural sobre la observación de aspectos sociales entre los que destacaba lo crudo y lo cocido. El libro del mismo nombre incide en las consecuencias generadas por este cambio en dieta diaria.

Los canívales, alguno hay en activo todavía, comen carne humana no con afanes culinarios, bueno alguno habrá que sí, sino con la absoluta convicción de que con ese acto se están apropiando de los poderes de aquel al que despachaban. Comida con digestión espiritual.


Otra gama de artículos comestibles con implicaciones psicológicas seguras son los afrodisíacos. Bien, pausa aclaratoria. Los expertos aseguran que hay alimentos muy concretos que estimulan la testosterona, la oxitocina y la dopamina, homonas éstas que ponen a cien nuestros afanes amatorios. Pero no nos engañemos, cada vez que se invocan estos poderes, el personal se ve comiendo caviar de beluga, fresas fuera de temporada con champán muy francés que uno no se puede permitir. Es decir, una situación muy glamurosa, con platos bien surtidos, y ya entonces, a superar el reto con la cotidiana pareja. Es decir, otra cuadrilla de alimentos que pasan en gran medida por el cerebro antes de llegar al estómago.

Lo que no hubiera imaginado es la práctica de The Explorers Club de Nueva Yok en sus ágapes, en 1951 sirvieron una cena que incluía mamut. Todo una aventura gastronómica que ha hecho costumbre y por ello el reputado club tiene a gala servir menús originales. Bien, pues nada de nada. Un equipo investigador de Yale ha concluido que no fue mamut lo que se comió, sino tortuga. Todo un fiasco. Un engaño sin paliativos. Y digo yo ¿de verdad tiene poderes especiales una comida especial? ¿El evento cambia y se modifica su sentido si es la humilde tortuga la que reconforta a los comensales y no el mamut?

Y seguimos en la misma senda. El cerebro comiendo a raudales y la imaginación haciendo la digestión que alimenta. Si no comiéramos con la imaginación quién sería capaz de diseñar y elaborar menús como, por ejemplo, los que inundan la nueva cocina. Una autentica rendición sensitiva que comienza con la seducción de la imaginación. Cómo no dejarse llevar por la kilométrica sonoridad de sus platos y la fantasía de sus combinaciones: "palitos de hibiscus y cacahuete", "raíz de loto con mousse de arraitxiki", "bocaditos de mar con traje de huerta y cama de azafrán" .... Alimentarme, lo que se dice alimentarme, con simplicidad y rapidez; para comer, que venga todo tipo de propuesta, mi imaginación está dispuesta.

Lacena en la que nunca se sirvió carne de mamut

Arcimboldo




No hay comentarios:

Publicar un comentario