26/3/16

Historia 39. El puente de los espías

Arte

Gueli Mijailovich Kórzhev

ARTE ESQUIVO
Qué le gusta a un espía? ¿Dormir en casa? ¿Pasear por el barrio? ¿Ir al cine? Ni repajolera idea, pero vamos a imaginar que no cuesta nada y es divertido. Tenemos dos espías, uno más que otro, dos personajes cinematográficos basados en otros tantos reales y un medidor clase media alta americana. Son menos glamurosos que los espías literarios pero mucho más interesantes, más cercanos a la persona de a pie, a cualquiera de nosotros. Personajes que en un momento dado de su vida se convencen de que su patria les necesita y su trabajo se presenta como fundamental para el bienestar de su familia, amigos, entorno, su propia sociedad y sistema de valores. Entonces, dar el paso marcará un antes y un después en su vida.

Estos personajes que un buen día se transforman en anónimos héroes sacrificados pudieran tener inclinaciones artísticas y admirar la vanguardia más rompedora, lo último de lo último, o quizá estar chiflados por los clásicos que alimentan páginas en los manuales de arte. Sea como sea, lo único cierto es que al espía ruso de nuestra historia le gusta pintar y eso es un dato prometedor. No sabemos más y le vamos a imaginar al tanto de la movida americana años 60 pero también del arte realista socialista comprometido con la causa, aunque según se atisba en la peli, no es su estilo.

Y al mediador americano le vamos a adornar su salón bien surtido con la vanguardia más intelectual, con los representantes más rupturistas, expresiones del interés puro por la pintura como objeto y objetivo en sí mismo, le vamos a colgar en el dormitorio un Pollock (puede que le tensione más que lo vivido en Alemania)

                      




Acabo con una caricatura sobre la época. Arte crítico



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