18/3/17

Historia 46. Seda, ALESSANDRO BARICCO

CRUJIDO DE SEDA SALVAJE

Llamada de atención al amante de cuentos. Aviso a todo aquel y aquella interesados en historias pequeñas que ofrecen más de lo que a primera vista parece, con argumentos sencillos que ocultan más de lo que muestran. Invitación a pasar un rato muy, muy agradable. La historia se enclava en la segunda mitad del siglo XIX. Un comerciante francés de seda, viaja de forma reiterada a Japón en busca de capullos de gusanos de seda para elaborar en Francia el preciado tejido. En su primer viaje queda impactado ante la imagen de una muchacha que acompaña a su proveedor japonés.

Asumo un riesgo indebido, seguramente, al calificar al relato de Alessandro Baricco de cuento, no obstante es esa la impresión que he tenido al leerlo. Breve y condensado. Nada sobra. El autor no está para desperdiciar ni un espacio en adjetivos redundantes ni en sustantivos vacíos. ¿Qué necesidad hay de ocupar reglón tras renglón cuando lo que hay que decir se puede expresar bien condensadito en espacios micro? Ninguna, cierto, pero hay que ser muy bueno para hacerlo. Eso sí, cuando hay que jugar con la prosa, se juega. Repeticiones como la descripción del trayecto del protagonista a Japón ("Cruzó la frontera cerca de Metz, atravesó Württemberg y Baviera, Entró en Austria, llegó en tren a Viena y Budapest, para proseguir después hasta Kiev. Recorrió a caballo dos mil kilómetros de estepa rusa..." ) nos transmiten la fatiga y esfuerzo del prota pero sobre todo crean en el relato un ritmo cantarín. El estilo de las estrofas de las canciones que repiten un encabezamiento o un final dando musicalidad y juego.

Así, apelando a los trucos propios de los juegos de niños de letanías sonoras y cantarinas Baricco intenta recuperar en el adulto, al cual va dirigido el relato, el gusto por los cuentos infantiles que todos recordamos. Relacionado el estilo sintético y rico junto con esas repeticiones, he tenido la tentación de la lectura en voz alta. Hace mucho tiempo que no recibo la tentación del paladeo sonoro de las palabras, de su efecto al oído y es una práctica que con algunas de mis primeras lecturas realicé con verdadero gusto y luego olvidé posiblemente por vergüenza, practicidad o porque al crecer abandonamos un montón de cosas pequeñas que colorean la vida. Seguro que en su lengua original, el italiano, suena a canción popular, armoniosa y suave.

Además, algunas de las cosas no son exactamente lo que parecen. Hace ya algún tiempo, leí que los cuentos no se deben explicar. Su virtualidad está en su aparente sencillez y en que cada oyente, normalmente niños que comienzan a conocer cómo es la vida a través de estos relatos, entiendan la trama hasta donde estén capacitados y ese es el objetivo. Que cada uno llegue hasta donde pueda. Si se vuelve a topar con el mismo cuento unos años más tarde, será otro relato diferente puesto que si es un buen cuento le ofrecerá las cosas a las que no pudo acceder en su primera vez. A Seda lo dejo en la estantería esperándome a que yo crezca un poco más, sin pasarme de madura, para poder contarme algo más sobre el fabricante de seda protagonista del cuento.

Hasta ahí la forma, el estilo, el envoltorio, el cómo está construida la historia, pero si tiramos del hilo que compone el capullo, uno de esos que Hervé Joncour trae de forma amorosa desde Japón, no aparece únicamente un hilo. Puedes hilvanar el tejido con el hechizo de lo oriental. El mundo occidental de la segunda mitad del siglo XIX rendido ante el embrujo de todo lo procedente del Este. Los viajes, la aventura, los descubrimientos, todavía no estaba lleno el vaso de la admiración por los diferentes mundos que componían el único que habitamos y nuestra sensibilidad de occidentales prepotentes y autosuficientes no podía evitar caer bajo el influjo de mundos lejanos con aroma a té y sonoros crujidos de seda salvaje. Sí, la seda, objeto de lujo desde que los chinos dejaron a los occidentales con la boca abierta al envolverles en ese tejido suave como nunca habían conocido, cálido en invierno y fresco en veranos. Sensual, evocador, misterioso, inaccesible: la seda. Y no en vano, el protagonista es un experto en el comercio de la seda.

Otro hilo que compone la historia y del cual se ha tirado en muchas ocasiones a lo largo de la historia de la literatura, sin perder un ápice de su interés, es la tentación de lo prohibido. La capacidad de los seres humanos para desear lo que no podemos obtener. Anhelar hasta lo irracional lo inalcanzable. Aquí, como en tantas otras cosas, la sabiduría popular tiene reflexiones para contentar a todos los gustos. No desees algo muy intentasamente no sea que lo obtengas, aunque si eso no es lo que quieres oír, siempre te puedes quedar con el que dice que No hay mejor beso que aquel que nunca se ha dado. Mundo difícil éste de las pasiones, que claro, obligatoriamente irracionales. Y a este hilo se le une el del amor reposado, tranquilo, generoso, profundo. Para gustos, para etapas, para individuos...

Por terminar con un ejemplo de la sección Los bonitos algo que no puede faltar en un texto escrito con gusto, estilo e intención: "Una vez había tenido entre sus dedos un velo tejido con hilo de seda japonés. Era como tener la nada entre los dedos."



(Absolutamente recomendable la edición ilustrada por Rebecca Dautremer, de Contempla. La ilustradora merece una entrada aparte)


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